El compromiso

 







Para hablar sobre el compromiso y el comprometer me gustaría empezar por la etimología de la palabra, que de manera muy resumida se puede decir que viene de “con” y “prometer”, donde “con” significa “junto” o “totalmente”, de esta forma el con-prometer es prometer por completo o junto. Yo este prometer-junto lo veo como un prometer con algo más que la palabra. Prometer puede ser fácil, pues, entre otras cosas, basta con una serie de palabras para hacerlo. Comprometer, comprometerse, en cambio, va más allá. Si bien, comprometerse puede iniciar con una promesa, y de hecho esta promesa va implícita, el acto trasciende a una serie de palabras para prosperar como acciones, es decir es un prometer que no va solo. Así es completo y “junto a algo”. 


El compromiso me parece sumamente importante, es la promesa que uno hace/cumple y sigue haciendo/cumpliendo día con día en recorrer la vida misma camino a un sentido. 

Este mundo parece estar cada vez más desligado del compromiso, ¿por qué? Posiblemente, entre otras causas, porque implica una responsabilidad y una obligación. 

El compromiso te obliga, te ob-liga, es decir, te liga o une a algo, a algo por lo cual hay que esforzarse, y es a su vez un esforzarse continuo. Por otra parte, el compromiso te da responsabilidad, pues tienes que responder por cada acto tuyo y te liga a un responder constante. Este responder, cabe aclarar, no es necesariamente con sólo palabras ni necesariamente sólo con actos. 


Es fácil no comprometerse, en apariencia, pero el no comprometerse es andar a la deriva, yendo sólo arrastrado por el cambio, por el devenir. Sin libertad alguna, sin sentido alguno. El compromiso hace caminar hacia el sentido, hace que te esfuerces por hacerlo, hace que aún con las fallas, el sufrimiento y el dolor no abandones tu andar. El compromiso te hace libre, pues es una decisión de poner los pies sobre tierra constantemente. 


Es verdad, hay veces también que el compromiso aterra, no sólo por la responsabilidad y la obligación como unión a algo, sino que aterra porque suele suceder que no sabemos a qué comprometernos. 


¿A qué comprometernos? En mi caso, mi respuesta sería que el objeto de nuestro compromiso siempre debe de responder a nuestra vocación, a nuestro llamado, a lo que cada uno en su singularidad está llamado a cumplir. Así, he decido y diario sigo decidiendo, comprometerme para lo que fui hecho, para lo que me gusta y me hace bien, pero no sólo a mí, sino que a los demás. 


Con esta parte de “los demás” quiero cerrar, pues es primordial ver al compromiso como algo que no es sólo individual, te trasciende, se acerca y camina con los otros. Así, el compromiso tiene dos caras, que se convierten en una sola, en  un  ir-junto, prometer-junto. Junto a tu vocación y junto a los otros. 



Javier Isaac Galicia.

Comentarios

Entradas populares