La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces

 


Con estas palabras que intitulan la presente nota el escritor mexicano Octavio Paz se refiere a la libertad. Palabras que cobran cada vez más mayor importancia en un mundo donde se cree que libertad es sinónimo de vivir sin ataduras de ningún tipo, en un mundo así las raíces salen sobrando.

Vivimos cada vez más inmersos en esta idea de que libertad es vivir sin ataduras, y contradictoriamente es cuando nos vemos más atados, basta echar una mirada a las grandes ciudades para darnos cuenta de las cadenas del consumismo, del placer y del entretenimiento; aparentes valores que esta nueva sociedad reclama. En esta sociedad de valores aparentes, imaginar la idea de vivir algún día en familia con hijos, es una atadura, una cadena que arruinaría una próspera vida individualista; lo mismo es con aspectos tan sencillos como la amistad, reunirse con los amigos para una charla amena es una pérdida de tiempo para la carrera por el triunfo. Las personas se convierten en medios y si no lo son entonces son obstáculos. En la sociedad actual impera la competencia, competencia para alcanzar los valores aparentes. En esta competencia cualquier objeto puede ser un obstáculo, incluso las relaciones sociales, los otros; ya nadie necesita de esos sentimentalismos cuando es más fácil sentarse un rato a checar las redes sociales y así tener completo control de la aparente vida social, donde el compromiso real se ve cada vez más lejos o es inexistente. 

En la búsqueda de los valores aparentes la libertad es fundamental, ¿pero qué libertad? Naturalmente la de las alas, las alas que vuelan apresuradas y sin sentido en busca de algo que nunca ha de encontrarse o que cuando está a punto de alcanzarse se escapa de las manos. Buscamos fantasmas. Se vuela cada vez más rápido, se persiguen con ahínco los valores aparentes, persecución perpetua, porque en tanto que son aparentes siempre dejan con más deseo e insatisfacción, pero no importa con tal de alcanzar lo que se busca. Se vuela desesperadamente y los que fijan anclas son ingenuos mediocres. En la nueva sociedad se vuela y lo que importa es volar, aunque no tenga sentido alguno, aunque se persigan ilusiones. 

Es en este mundo donde es imperioso echar raíces, raíces para que el viento no nos consuma las alas. Las raíces que te mantengan firme en lo verdaderamente fundamental, raíces para que en el vuelo no nos extraviemos. Necesitamos alas, es verdad, pero en estos tiempos fundamentalmente necesitamos raíces. En las raíces se forja la libertad, ellas nos recuerdan el sentido verdadero que esas alas deben tomar. Raíces son sueños y son charlas; raíces son amigos, raíces son familia. Todos tenemos raíces, es hora de echarlas para no perder las alas en el sinsentido.  

 


Javier Galicia García.



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